Me gustan los superhéroes, no me avergüenza decirlo. Es más, alguna vez discutiendo con un conocido concluí que, más que leer cómics, me gusta leer superhéroes.
De niño no leía Kalimán, Fantomas, La Familia Burrón o cualquier otra de las historietas "cumbre" de la industria mexicana, yo leía al Hombre Araña, Supermán (así, con acento) y Batman, de cómic mexicano leía los de Parchis y recuerdo que me gustaban, aparte de ser fan del grupo (o sea, tenía 5 o 6 años, no se burlen), porque de repente tenían aventuras cuasi superheroicas.
En fin, penas ajenas aparte, en los 90 conocí el que a la postre se convirtió en mi cómic mexicano favorito. Lo que a continuación leerán fue publicado en Comic Zone, aunque la versión que presento aquí es la que originalmente mandé, sin recortes revanchistas ni edición podofacta*, además contiene muestras de mi finísimo sentido del humor (que a unos años de distancia me parece bien que las hayan eliminado en la versión impresa). Tal como dice ahí, próximamente pondré algo sobre los Valiants.
*Oséase, hecha con las patas
ULTRAPATO. EL DÍA QUE EL CÓMIC MEXICANO SE DETUVO
Fuera de los clásicos, pocos cómics mexicanos pueden considerarse de culto. Edgar Delgado puede presumir que tiene en su haber no uno, sino dos títulos que son fielmente buscados por los lectores y coleccionistas. Conozcan a Ultrapato (y próximamente a Valiants), un muy buen intento por crear una industria del cómic en nuestro país.
Llega la avanzada regia.
Corría el año de 1994 y el ambiente para los lectores mexicanos de cómics no podía estar mejor. Superman tenía poco de haberse muerto y el revuelo mediático creado generó un boom que aumentó la demanda y la oferta en cuento a títulos y calidad de impresión. Esta demanda también propició que comenzaran a proliferar tiendas especializadas en ofrecer cómics y sus derivados -ustedes saben, playeras, pósters, tarjetas, los pocos juguetes que en ese entonces existían, estatuas y, sobretodo, convivencia entre aficionados- y con un dólar que costaba $3.50, coleccionar cómics era un hobby realmente barato (situación que pocos meses después cambiaría gracias al tristemente célebre “error de diciembre”, que acabó con nuestros sueños y nos legó un dólar a $12, haciendo para muchos insostenible el vicio secuencial).
Como decía, el ambiente comiquero era tan bueno que hasta la primera convención dedicada al tema tuvimos. La ambivalente* Convención Quetzalcóatl, o Conque para abreviar, que fue el primer espacio formal en reunir en un mismo lugar a mercaderes, mercachifles, editoriales y creadores, permitiendo un espacio de libre expresión, libre fraternidad y libre transa para todos aquellos aficionados al llamado 9º arte.
Fue en esta convención donde un grupo de creadores oriundos de la Sultana del norte (Monterrey para los despistados) presentaron sus dinámicas creaciones. Se hacían llamar Estudio Cygnus y de todos los proyectos que mencionaron físicamente traían solamente uno: Ultrapato, creación del (en aquel entonces) jóven Edgar Delgado. El mundo no volvió a ser el mismo.
Superanimales=Superdiversión.
A primera vista Ultrapato no era más que una versión anserimorfizada** de Superman, y con el prefijo ultra- recordaba al entonces naciente “Ultraverse” (uno de los tantos universos superheroicos que surgieron en los noventa), por lo que la idea no sonaba atractiva. Era hasta que uno leía los números que trajeron a dicha convención (si la memoria no me falla eran el 1 y el 2) que uno notaba que se encontraba ante algo novedoso… por lo menos para el mercado mexicano.
“Ultrapato” fue el resultado de una mente que se había nutrido con las historias clásicas de X-Men, Spider-Man, Batman, Superman y demás fauna secuencial, y que intentó copiar las fórmulas que los hacían exitosos: historias directas, acción a raudales, dibujos claros, poses de pin-up, y sobretodo, un desenfado para únicamente presentar una historia de superhéroes sin pretender nada más. Ese fue el secreto del éxito subterráneo de Ultrapato y de su creador Edgar Delgado.
En el cómic conocemos a Carlos, un pato antropormorfo*** que no tiene nada que perder en la vida (así como muchos de nosotros, incluyendo a Peter Parker) que un día se encuentra un par de guantes perdidos por unos guerreros extraterrestres. Los guantes son las armas más poderosas que existen y le otorgan al portador habilidades tan fantásticas como el poder volar, lanzar rayos de las manos y superfuerza, además de dotarlo con un guardarropa superheroico clásico (mmmhhh, capa y ajuar de la era disco). Otro par de guantes llegan a las manos de un gallo**** quien, a diferencia de Carlos –que está muy conciente de que un gran poder conlleva una gran responsabilidad-, decide utilizarlos para hacerse rico***** y llevarse a dos o tres cristianos (¿serán creyentes los animales antropormorfos?) en el camino. El desenlace pueden adivinarlo.
El cómic de chin pun cuaz.
En los cuatro números que dura la miniserie podemos ver como Ultrapato se suena con el Ultragallo y como descubre cierta conspiración de una malévola corporación. Carlos por supuesto que tiene un interés romántico que lo pela a medias, además de toda la problemática que todo adulto joven que se respete goza -mantener el trabajo, pagar las cuentas, aguantar al mundo, etc.-, pero cuando es Ultrapato el planeta le queda chico, el cielo es el límite y nada lo detiene (bueno, quizás Ultragallo). Como pueden ver, esta historieta no es más que todos los elementos reconocibles del cómic moderno de superhéroes mezclados en una licuadora junto con un par de aguacates para darle algo de mexicanidad, entonces ¿Qué es lo que hace que todo aquel que lo lee se siente cautivado? La respuesta es sencilla: la historia está bien contada, no deja cabos sueltos y nunca es excesiva; los personajes son reconocibles y creíbles, además de que logran una empatía con el respetable tan estrecha como la de aquellos cómics de Stan Lee; el dibujo es de una calidad impresionante (para la media de cómics mexicano) y Delgado tuvo el buen tino de innovar agregando una tonalidad de grises al blanco y negro que le otorga un dinamismo y una profundidad nunca antes vista en la “industria” mexicana. En suma, “Ultrapato” fue el trabajo de alguien que ama los cómics y quería entregar un producto de calidad, cuidando cada detalle, desde el aspecto creativo hasta el aspecto técnico. Y lo logró.
Recordando los viejos tiempos.
Como había mencionado, el mayor mérito de “Ultrapato” y de su autor es no pretender más que contar una buena historia, situación que deberían copiar la mayoría de los creadores mexicanos. Edgar Delgado supo capturar la esencia del superheroísmo y plasmarla en una historia que, para adecuarla y darle un toque nacional, adornó con subtramas de corrupción policial y política con lo que, tristemente, los mexicanos podemos identificarnos plenamente. Estos elementos también serían utilizados, de manera más extensa, en el título “Valiants”, otra obra maestra de Delgado y otro hito del cómic subterráneo mexicano.
“Ultrapato” no propuso nada nuevo simplemente entregó lo que a todos nos gusta leer de una manera efectiva, bonita (en el sentido estético) y fácilmente digerible, los aficionados al cómic de superhéroes no pedimos más.
El canto del cisne, o mejor dicho, del pato.
Desgraciadamente, Cygnus Cómics sufrió de todos los males que aquejan a la indsutria nacional de la historieta. Escasa distribución, pocas ventas, retrasos en las ediciones, falta de patrocinios y mejores oportunidades para los creativos en otros mercados, hicieron que desapareciera no sin antes legarnos tres títulos que quedarán en la memoria del fandom mexicano: “Valiants”, “Lugo” y el muy querido “Ultrapato”. Ojalá algún día Edgar Delgado logre rescatarlo de la zona fantasmal, el cómic de nuestro país lo necesita.
*Ambivalente porque por muchos es considerada bendita y por otros tantos, maldita. Cosas de las dualidades características de la idiosincrasia mexicana, qué le vamos a hacer.
** O sea con forma de pato.
***O sea con forma de humano.
**** O sea el ave, no alguien que se cree muy muy.
***** O sea con dinero, no con los guantes
Comentarios
entre Ultrapato y el Cerdotado me hicieron una infancia feliz
Saludos